NACHO

En la entrada anterior les conté que la historia de Laura comienza en Belencito, una localidad del Departamento de Boyacá, sitio del que por culpa del alcoholismo de su padre, sale huyendo en compañía de su madre y hermanos un siete de diciembre, día en el que en Colombia se celebra la tradicional noche de las velitas.

Laura llega a Medellín y allí conocerá a Nacho. Él es un muchacho guapo, alto, de cabello rubio y ojos color miel. Fuma cigarrillos Lucky Strike sin filtro, y al hacerlo, parece que se le va la vida en cada calada.  Le gusta la música protesta y la mayoría de las veces lleva consigo una grabadora en la que escucha a Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa, Facundo Cabral y muchos otros. 

Por la música y porque de vez en cuando les lleva marihuana a los amigos de la barra de Laura, se convirtió en asiduo del grupo. Además, como no había pasado el examen de admisión a la Universidad de Antioquia, ni estaba trabajando, era el único que siempre estaba disponible para lo que fuera, desde acompañar a alguien al centro a pagar un club en el almacén Flamingo, hasta quedarse parchando sin importar si se hacía tarde, porque al otro día no tenía que madrugar.

CUANDO NO TOMABA PROZAC – La noche de las velitas, nos irá desvelando cómo un joven corriente, hijo de vecino, al no encontrar oportunidades de estudio ni trabajo, de ve abocado a aceptar hacer «cruces» (favores pagados) para el combo de pelaos que se reúnen en la esquina de la cuadra del barrio donde vive. Nacho será otra víctima de la época violenta que vivió Colombia por culpa del narcotráfico a finales de la década de los ochenta y principios de los noventa,  una lacra que permeó todas las capas de nuestra sociedad. 

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